sábado, 14 de junio de 2008


No podría decirte que deje de amarte, por que el amor no es una elección, ni una obligación; sino algo que va subiendo por el cuerpo, como las raíces de un árbol envolvente.
Es lo que era tu sonrisa.
Lo que olía a tu olor.
Tu calor que ya no es mío.
Es un golpe extraño en el estómago. Cómo te extraño; tu recuerdo me inunda, me asfixia, me ciega.Ahora, mis pensamientos dicen que debo resignarme, incluso ellos se resignan a no pensarte más. Creen que debo acostumbrarme, que tengo la obligación de olvidarte, la necesidad de borrarte.
Pero, ¿cómo podría? Si sólo veo tus ojos, sólo escucho algún resquicio de tu voz que todavía tengo guardado, tu risa, tu aliento, tu piel, y tiemblo.Llevo una vida aparentemente normal, pongo música, canto, sonrío, beso y abrazo. Digo que estoy bien, y en ocasiones incluso no dudo estarlo, pero ahora que tú ya no estas conmigo, nada es del mismo modo. Suena a tópico, quizás lo sea, pero no conozco las palabras suficientes para describirlo mejor.
Son etapas, fases.
Se cierran puertas, se tapian ilusiones pasadas, se perpetuaba fuego momentos, recuerdos, segundos y sonrisas compartidas. Y siempre quedará la necesidad de echar a correr hacia a tras y mirar por la puerta, y escalar la tapia.Y volver.Sé que deseas mi bien así como yo deseo el tuyo; pero no puedo, lo intento a diario, pero ya no me entusiasma de verdad volver a ciertos lugares, nada de aquello me interesa sin tí. Me pierdo con la mirada... No escucho lo que me dicen, respondo con pobres monosílabos, sin entender, con mi mente lejos, lejísimos, diría yo.Por eso quería decirte, aunque sea solo para mí, que aun te amo. Que el amor no se acaba, que el amor no se cansa, no se rinde. Que duele, y por mucho bien que desee para mí soy incapaz de controlarlo.
Se me escapa.
Y te amare cada día de mi existencia, cada momento de la eternidad...

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